¿Conocen a alguien que haya estado en los últimos tiempos en Qatar, en Dubai, en Abu Dhabi? Seguro que ha vuelto impresionado con el lujo, con las desigualdades, con los bares... con la arquitectura. Los rascacielos, los museos, las islas artificiales, los centros comerciales y los aeropuertos que deslumbran a los europeos de 2012 como deslumbraba Nueva York a nuestros bisabuelos. La arquitectura que ahora aparece retratada en el 'Atlas. Arquitecturas del siglo XXI; África y Oriente Medio', que ha publicado la Fundación BBVA. La gracia del asunto es que ese esplendor árabe comparte páginas con las obras, conmovedoramente modestas, de países como Burkina Faso o Malí.
"Pues ya ve que lo menos interesante, por lo menos para mí, es la parte dedicada a los países del Golfo Pérsico", explica el arquitecto Luis Fernández-Galiano, director de la revista 'Arquitectura Viva' y editor del 'Atlas' (que en realidad, es una serie que llega a su tercera entrega de cuatro previstas). "África era un reto para nosotros porque había que encontrar islotes de buen hacer en un magma de construcciones espontáneas y arquitectura especulativa pagada por chinos y árabes".
Lo contrario de las torres de los Emiratos Árabes. Fernández-Galiano hace un relato social de la arquitectura de sus ciudades: "Son sociedades artificiales, compuestas con masas de trabajadores inmigrantes [iraníes, pakistaníes o indios, sobre todo] que no tienen derechos y una élite de expatriados, occidentales que han ido con la aspiración de hacer dinero. Porque es verdad que si eres ingeniero, en el Golfo pagan muy bien y puedes llevar una vida muy cómoda y muy relajada. Tienen todo el confort material y viven en un mundo cerrado en el que sólo se relacionan entre ellos. Es verdad que hay una cantidad de dinero espectacular, pero, incluso en Doha, que es el lugar más 'civilizado' de la región, los rascacielos son casi todos horribles, de muy mala calidad en la construcción".
De lo que se parece entender que no es posible hacer buena arquitectura en 'malas' sociedades. "Bueno, hay algunas obras decentes. El proyecto de Nouvel en la Isla de los Museos de Abu Dhabi es muy bonito. El de Foster no está mal y el de Pei es decente", explica Fernández-Galiano. "El Burj Khalifa [la torre más alta del mundo, 'protagonista', recientemente, de 'Mission:impossible'] está aceptablemente hecho, bien acabado. Pero. Todo es tan pavoroso socialmente... Con dos tercios de la población que no son ciudadanos. El entorno es desolador. O por lo menos, a mí me lo parece. Los barrios residenciales de casas iguales, como de suburbio estadounidense; se ve a muy poca gente por la calle, porque vive muy poca gente, muchas de las casas se han vendido como inversión a millonarios rusos. Incluso lo que se vende como lujo, las villas de las islas artificiales, uno lo ve y no lo encuentra nada atractivas".
Y sin embargo, cualquiera lee las noticias sobre Europa, desmoralizada y melindrosa, y sobre las economías emergentes, y se le ocurre pensar que nuestras ciudades no tienen nada que hacer ante los tigres del Golfo Pérsico. Pues no está tan claro: "Lo que está pasando en estos países responde a una burbuja en los precios del petróleo. Sólo hay una excepción que es Dubai, que intenta crear una economía más diversificada, con turismo y servicios financieros, pero...".
"No, no diría que el 'Atlas' deje un sabor pesimista", explica su editor. "No creo que la arquitectura que retratemos sea más homogénea que hace unas décadas, porque, en realidad, la arquitectura siempre estuvo globalizada, desde los tiempos de los romanos en Túnez. Lo que es particular de este momento es la creación de sociedades urbanas distintas y nuevas. De hecho, esos procesos de urbanización son más importantes que la arquitectura".
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