¿Ha soñado alguna vez con comprar la empresa en la que trabaja? Seguro que sí, pero, después de un momento, ha pensado que esa idea forma parte de las cosas que nos gustaría hacer en la vida, pero que están destinadas a seguir siendo sueños. Sin embargo, puede que no tenga razón.
La crisis está abriendo un gran abanico de oportunidades para aquellos directivos que tienen una idea muy clara sobre cómo se debería gestionar su empresa, pero no tienen las manos atadas porque no cuentan con el control de la compañía. “Muchas multinacionales españolas y extranjeras están volviendo a sus negocios principales y se plantean el cierre o la venta de sus activos ‘non core’”, explica Enrique Quemada, consejero delegado de ONE to ONE Capital Parnters, un banco de inversión especializado en operaciones corporativas. “Hace poco, gestionamos una operación de este tipo con una empresa, filial de una multinacional estadounidense, que facturaba 12 millones de euros”, añade el directivo.
Otras ocasiones de compra se pueden encontrar en empresas que pertenecen a personas que están a punto de jubilarse y no tienen descendientes dispuestos a seguir adelante con el negocio familiar. “Muchos empresarios de este tipo prefieren vender su empresa a tener que cerrarla, no sólo por obvias razones económicas, sino también porque les gusta la idea de que el negocio que han construido a lo largo de los años seguirá adelante pese a su jubilación”, asegura el responsable de ONE to ONE.
Por lo general, el perfil de las empresas susceptibles de semejantes operaciones incluye compañías con una facturación comprendida entre los cinco y los 20 millones de euros. “Por debajo de cinco millones de euros de facturación, más que de empresas, se trata de negocios, que no cuentan con una verdadera estructura empresarial”, explica Quemada. “Por encima de los 20 millones, en cambio, sujetos como el capital riesgo se convierten en competidores de los directivos a la hora de comprar activos empresariales”, añade el banquero.
Sin embargo, hay que tener en cuenta las limitaciones típicas de los momentos de crisis, entre las que, obviamente, destaca la financiación. Según Quemada, “existen dos soluciones posibles: el llamado préstamo del vendedor y la ayuda del capital riesgo”. La primera opción consiste en pagar la empresa a plazos, una opción que suele ser bien recibida por parte de los vendedores, sobre todo en el caso de que éstos sean empresarios que están a punto de jubilarse. La ayuda del capital riesgo también suele ser una opción viable. “A los fondos les gusta mucho que sean los propios directivos quienes se involucran directamente no sólo en la gestión, sino también en la propiedad de la empresa”, asegura el banquero.
Eso sí, Quemada pone en guardia a los potenciales compradores de posibles errores en el proceso de compra. “En primer lugar, hay que ser diplomáticos: si un directivo plantea a un propietario la compra de su compañía, debe tener cuidado: si lo hace de manera demasiado directa, puede molestarle e, incluso, perder su puesto de trabajo”, asegura. “Además, una vez que haya acuerdo para la transacción, el comprador no debe caer en el error de pensar que, por ser directivo de una empresa, la conoce a fondo”, concluye. Una due diligence antes de cerrar la transacción es siempre necesaria, no vaya a ser que, al asumir el control de la compañía, el comprador se encuentre con facturas imprevistas en los cajones de su nuevo escritorio.
Fuente: Diario Expansión
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