En tiempos de penuria, la única opción pasa a veces por elegir entre dos males y el acierto consiste en detectar cuál de ellos será el menor. Con la deuda soberana en pleno estallido, los países con problemas se enfrentan siempre al mismo dilema: asumir un coste mayor (todavía más) para su financiación o arriesgarse a tener que devolver antes el dinero.
Con las cifras en la mano, el Gobierno español ha optado claramente por lo primero. Las emisiones a 30 años, esas que dan tres décadas de margen antes de pagar el principal (que no los intereses) han desaparecido del mapa, igual que las de 15 años. Es cierto que el Tesoro todavía ha colocado a diez años, pero han sido las menos. Abundan los plazos más cortos, tres o seis meses, un año o tres...
Y eso tiene sus consecuencias. Después de mantenerse estable durante todo 2011, la vida media de la deuda nacional ha caído en picado durante los tres primeros meses del año, hasta marcar en marzo el mínimo de ocho años. El vencimiento medio del pasivo nacional está en estos momentos en 6,32 años, cuando el año pasado estaba en 6,63 años, según los datos del Banco de España. El último año que se cerró con una tasa inferior a la actual fue 2004, cuando la media se situó en 6,18 ejercicios.
Lo que indica el vencimiento medio es el plazo que tiene España para devolver lo que debe. Cuanto más largo sea, mejor, porque significa que se dispone de más tiempo para repagar las deudas o planificar su refinanciación. En el caso nacional, además, esta media esconde una realidad temible: entre este año y 2015 vence la mitad de la deuda española. Es decir, el plazo se acorta y encima buena parte está a la vuelta de la esquina.
La pregunta que queda en el aire es si España tenía alguna otra opción. Y con la prima de riesgo acampada muy por encima de los 450 puntos, parece que la respuesta es un no rotundo. En el mercado, se reconocen los esfuerzos del Tesoro, pero se admite que no tenía alternativa y que incluso ha tenido más cuidado que otros. "España ha sido más precioaceptante que otro país que está en una situación similar, Italia", explica un especialista en el mercado de deuda. "El Tesoro nacional ha seguido emitiendo a plazos medios, mientras que el italiano, por no calentar el vencimiento y la prima de riesgo, lo ha hecho a plazos mucho más cortos", añade.
Al final, es un juego de equilibrios. Si se emite a más largo plazo, se compra la seguridad de tener mucho tiempo para devolver el dinero, pero en el momento actual los inversores están exigiendo una rentabilidad muy alta para prestar su dinero. A corto plazo, el precio es menor, pero también lo es la protección. Y otro detalle: la prima de riesgo se calcula sobre el bono a diez años, así que mejor no tensarlo.
"Es verdad que se están acortando los vencimientos, pero la obligación del Tesoro es contemporizar entre la seguridad de emitir a largo y la necesidad de pagar menos", comenta otro experto. Llegados a este punto, queda una última incertidumbre por resolver: ¿hasta que grado se pueden rebajar los vencimientos sin poner en riesgo la solvencia nacional y sin tensar la curva de tipos en los plazos más cortos? Por supuesto, no hay una regla matemática, pero un plazo de devolución superior a los seis años (como el que tiene España ahora) y unos tipos a largo sustancialmente más caros que a corto son, según varios analistas, indicadores de que todavía no se ha cruzado el punto de peligro.
"Hay que adaptarse", recalcan fuentes del sistema financiero. "Siempre que el mercado lo permite, España alarga los vencimientos, pero ni se pueden calentar los tipos ni arriesgarse a que fracase una subasta", añade. A futuro, una relajación de la prima permitiría recuperar el tono y compensar la actuación de los tiempos de estrechez con una intensificación de los plazos más largos, pero si el ataque actual dura mucho, la vida media de la deuda seguirá cayendo y cada vez habrá que devolver el dinero antes.
Fuente: Diario Cinco Días
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