Responsable de la división española de uno de los grandes grupos de ingeniería y construcción del mundo, Javier Palencia (Madrid, 1962), consejero delegado de Foster Wheeler Iberia, tiene claro que el futuro del sector pasa por crecer fuera de España y aprovechar la actual crisis para poner las bases que permitan impulsar el negocio en los próximos 10 o 20 años.
Foster Wheeler Iberia mejoró sus resultados en 2011 pero sin llegar a las cifras de antes de la crisis. ¿Qué perspectivas tiene para 2012?
Con la crisis se ha abierto un periodo de transición que también nos ha ayudado a reestructurar nuestro modelo. Tuvimos la habilidad de leer la crisis con algunos meses de anticipación y empezamos una estrategia de diversificación que nos ha permitido mantener unos resultados saludables. Tenemos un balance muy sano, una caja a nivel de grupo de 800 millones de dólares y un apalancamiento mínimo. Esto nos ha permitido reestructurar la compañía tranquila y sosegadamente.
Este año, ¿será también uno de transición?
Es un año de transición pero al alza, al menos en el grupo. Vamos a seguir con una presión alta en los márgenes y, además, habrá nuevos competidores, sobre todo de Asia, donde a japoneses y coreanos se han unido los chinos.
¿Cómo se encuentra el sector en España?
Muy limitado en el mercado interior. En España, las grandes inversiones en el sector finalizaron el año pasado, con las refinerías de Repsol en Cartagena y Bilbao. Han marcado el fin de un ciclo en España. No veo cuándo habrá una nueva gran inversión en el sector del petróleo, del gas y la energía en territorio español, si en cinco, cuatro o diez años. Por lo tanto, las ingenierías en España estamos volcadas en el exterior.
¿Cuál es su estrategia de internacionalización?
Foster Wheeler Iberia es, para el grupo, una plataforma ideal de puente entre Europa y las Américas (EE UU y, sobre todo, Latinoamérica), con una pieza fundamental que es nuestra subsidiaria en Chile. Nuestra cartera de proyectos al cierre de 2011, de 68,5 millones de euros, era internacional en un 95%, con un peso de Latinoamérica del 32%. El resto es Europa y, también, en un 4%, Asia.
¿Qué le parece que constructoras tradicionales estén entrando en su negocio?
Me gusta la competición, es algo sano. En todo caso, tienen que hacer su experiencia en este sector, porque la ejecución de proyectos de plantas industriales y de procesos poco tiene que ver con hacer una autopista o un puente. Es un sector muy particular, con riesgos altos, y la experiencia es un grado.
¿Qué perspectivas de recuperación hay a corto o medio plazo?
Soy optimista. El ajuste actual es bueno. En estos terremotos se cumple la ley natural: sobrevive el más fuerte. Muchas empresas han desaparecido, pero otras se han fortalecido. Te estás reestructurando para los próximos 10, 15, 20 años. Para las firmas españolas, la recuperación a corto no pasa por España como principal locomotora para sanear el balance, sin duda. Pero ahí está el resto del mundo.
La palabra de un caballero español
Foster Wheeler cerró su primer proyecto en España a mediados de los años cuarenta del siglo pasado, cuando el anterior régimen trataba de romper el aislamiento internacional. El grupo de ingeniería y construcción fue el único que se atrevió a acometer el proyecto de una unidad de destilación en Canarias con una única garantía por parte del funcionario español que se presentó en sus oficinas de Nueva York: "Su palabra de caballero español", según Javier Palencia.
Esos fueron los inicios. La filial española de Foster Wheeler ya ha cumplido 50 años de existencia, en los que ha desarrollado un millar de proyectos en 30 países. La compañía emplea a alrededor de 700 trabajadores ("no hemos tenido que hacer ajustes de plantilla y, de hecho, seguimos contratando determinados perfiles", dice su máximo responsable) entre sus instalaciones en España y su filial en Chile.
El año pasado cerró el ejercicio con un facturación de unos 67,5 millones de euros, frente a los 58 millones de 2010, y un resultado bruto de explotación (ebitda) de 12,2 millones, 1 millón más que en el ejercicio precedente.
Entre sus principales trabajos, nuevas unidades de coquización en las refinerías de Repsol en Cartagena y Bilbao, la planta de GNL de Enagás en Huelva, la refinería Batalla Santa Inés para la petrolera estatal venezolana PDVSA y otra unidad de coquización, en este caso en Bielorrusia.
En conjunto, más de 15 proyectos que representan una inversión directa e indirecta de más de 9.000 millones de euros.
Fuente: Diario Expansión
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