El mercado de deuda está de rebajas. La elevada liquidez que hay en el sistema está provocando que los inversores absorban todos los títulos que llegan al mercado, independientemente del perfil de riesgo del emisor.
En un entorno de tipos de interés en mínimos históricos, la búsqueda de rentabilidad se ha convertido en una proeza y, como consecuencia, se está elevando el riesgo de las carteras. «Subidas significativas de los precios de los activos, por encima de su tendencia a largo plazo, pueden ser una señal de peligro. El descenso de costes en los bonos corporativos y soberanos [que se mueven en relación inversa a sus precios] apunta a una búsqueda excesiva de rentabilidad», explica Karen Ward, economista de HSBC.
Los precios de la deuda están corriendo a una velocidad de vértigo, fenómeno que, en determinados círculos, ha provocado que empiece a surgir el debate sobre si existe o no una burbuja en los mercados. «¿Que si hay burbuja? Es la pregunta del millón. La verdad es que la rentabilidad de todo el crédito, sin excepción, ha corrido una barbaridad.
Nunca ha habido cupones tan bajos, pero si nos creemos el mensaje del BCE, de mantener los tipos bajos durante un periodo largo de tiempo, no vemos una burbuja», señala Noelle Cajigas, responsable del mercado de capitales de BNP Paribas. «Ya que han sido los bancos centrales los promotores de la represión financiera, esperemos que sean los mitigadores en periodos de volatilidad e incertidumbre», añade Joaquín González-Llamazares, Director de Renta Fija de Deutsche Asset & Wealth Management.
Consenso
Por ahora, la opinión mayoritaria es que aún no se ha llegado a tal extremo. Eso sí, siempre y cuando no se produzca un cambio de sesgo fuerte de los tipos de interés o algún shock externo que provoque algo más que una corrección. «Si los mercados perciben que los bancos centrales quieren retirar la liquidez del sistema de manera abrupta o más agresiva de lo previsto, entonces nos podríamos encontrar en un entorno más difícil para los mercados de deuda y crédito», advierte Jorge Alcover, responsable de mercados de capitales de Goldman Sachs.
Jean-Pierre Soto, managing director de Crédit Agricole, señala a este respecto que los bancos centrales son muy sensibles a estos riesgos. «El hecho de que la estabilidad financiera forme parte de los objetivos de sus políticas hace menos probable esa burbuja», añade.
Todo el mundo quiere aprovechar este mercado de financiación a precios históricamente bajos y de ahí la avalancha de papel que está llegando desde todos los rincones. Las compañías con un ráting inferior a BBB+ según Standard & Poor’s o Fitch, también conocidas como bonos high yield o de alta rentabilidad, están logrando dinero en el mercado a tipos medios del 3,73%, según datos de BNP, cuando la media de los últimos quince años se sitúa en el 10,19%. «Si tomamos como referencia la prima exigida en términos históricos a los activos de crédito se puede afirmar que los bonos en grado especulativo estarían alejados de los fundamentales», añade González-Llamazares.
No es baladí que, en lo que va de ejercicio, las empresas europeas con una calificación de estos niveles ya hayan captado un récord de 49.572 millones, según datos de Dealogic, por encima incluso de los 37.030 millones de 2013. Este volumen representa el 27% del total de deuda emitida por las compañías en Europa en lo que va de ejercicio, si se incluyen las operaciones de grado de inversión, un porcentaje inusualmente elevado.
Pero es que, además, están reapareciendo estructuras complejas que contribuyeron al estallido de la crisis del crédito de 2007. Por ejemplo, los CLO, deuda que cuenta con la garantía de un pool de créditos apalancados de compañías de baja calificación, han alcanzado en Estados unidos los 42.000 millones de dólares (30.700 millones de euros) y las previsiones apuntan a que superarán los 100.000 millones en todo el ejercicio, por encima incluso que los 97.000 millones de 2006.
Además, se está disparando la financiación bancaria al capital riesgo para abordar compras muy apalancadas (con elevada deuda), incluso por encima de las seis veces Ebitda de la firma adquirida. Por ejemplo, el fondo Blackstone se va a hacer con Gates Global, un fabricante de componentes para coches, por importe de 5.400 millones de dólares y elevará su deuda a siete veces ebitda. Es cierto que, aunque muchas veces se tiene memoria de pez, los bancos exigen condiciones más duras (covenants) y se habla de la versión 2.0 de estos CLO, pero el dinero sigue fluyendo hacia activos con cada vez más riesgo.
Corrección
Lo que sí parece inevitable es que pueda llegar una corrección en el corto plazo. «El reciente aumento de la prima de riesgo en algunos países europeos representa una corrección a corto plazo, más que un cambio de tendencia a largo plazo», indica Cagdas Aksu, analista de renta fija de Barclays.
Ya hace poco más de una semana, con la publicación de un PIB más débil del previsto en la eurozona, se elevó la volatilidad en los mercados y se repitieron episodios que recordaban a momentos de tensión: fuertes ventas en países periféricos y compras de la deuda de más calidad (flight to quality). «Es cierto que el proceso ha sido muy rápido y muy acentuado, por eso de vez en cuando vemos correcciones, como la observada recientemente, tanto en crédito como en renta variable. No obstante, el fondo sigue técnicamente muy sostenido y esperamos que continúe así en los próximos meses», explica Ricardo Gabilondo, responsable de Renta Fija de Citi en España.
Aunque hay quien pone menos matices a la situación. Es el caso de Tres Knippa, de Kenai Capital Management, que asegura que hay «una burbuja al 100% en el mercado de bonos». «Hay un exceso de dinero en el mundo buscando rentabilidad, esto va a terminar muy, muy mal», apostilla. Matthew Coffina, analista de Morningstar, admite que directamente se mantiene «alejado» de bonos a largo plazo. «El mercado de deuda es complicado... nos movemos en territorio desconocido», avisa.
La experiencia desde la crisis de los tulipanes del siglo XVII demuestra, no obstante, que muchas burbujas no se reconocen hasta que estallan.
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