Le habría gustado liderar un ejército en el campo de batalla, presume de no haber programado nunca y se define como un líder similar a E.T. Así es el excéntrico empresario chino Jack Ma, que fundó el gigante digital Alibaba en 1999 y que ahora se dispone a cotizar en Wall Street.
Hace un año que Ma dejó de ser el consejero delegado de la empresa para dedicarse a sus labores como filántropo de la ecología y la educación. Pero es el propietario del 8,9% de sus acciones y mantiene las riendas de la compañía a través de un complejo sistema que otorga a sus 28 socios el control sobre su consejo de administración.
Alibaba presentó esta semana el folleto que acredita su desembarco bursátil, con el que podría recaudar hasta 20.000 millones de dólares: unos 15.000 millones de euros al cambio actual. Esa cifra colocaría la operación por encima de la de Facebook en mayo de 2012 y confirmaría a su fundador como uno de los grandes líderes de la economía digital.
Hoy Alibaba es la empresa digital más rentable de China y sus responsables gestionan los dos mercados que usan los chinos que hacen sus compras por Internet. El primero se llama Taobao y ofrece productos de empresas autóctonas y el segundo responde al nombre de Tmall y vende artículos de cualquier multinacional.
Al contrario que Amazon, la empresa no tiene almacenes ni intereses logísticos. Se limita a ejercer de intermediaria entre compradores y vendedores y cobra un porcentaje de cada transacción. Sus responsables se definen como una plataforma y dicen que su misión es ayudar a los pequeños negocios chinos a competir con las grandes empresas. Pero hace tiempo que Alibaba vende los productos de negocios occidentales como Disney, Apple o GAP.
El 80% de los ingresos de Alibaba proceden del comercio electrónico. Pero sus responsables han empezado a invertir en otros sectores para ampliar su ecosistema digital. Hoy la empresa gestiona un servicio de mensajería y un sistema de pago al estilo de PayPal y se dispone a ofrecer en el móvil las imágenes de los partidos de la Premier League.
Es un imperio que se antoja formidable a la luz del perfil de su fundador, que apenas tenía conocimientos informáticos en 1995 cuando fundó su primera empresa en su apartamento de Hangzhou. Quienes le ayudaron a gestionar aquel negocio recuerdan que era una especie de directorio digital que su creador creó con la ayuda de varios amigos arremolinados en torno a un ordenador.
Jack Ma tiró la toalla y trabajó durante unos meses para el régimen chino. Pero a principios de 1999 fundó Alibaba, una empresa que al principio conectaba a los exportadores chinos con cualquier comprador extranjero y que enseguida atrajo la atención de los observadores y las inversiones de entidades bancarias como Goldman Sachs o SoftBank.
Parte del éxito de Ma cabe atribuirlo al perfil de su lugarteniente taiwanés Joseph Tsai, cuya experiencia como abogado le otorgaba los contactos ideales para empezar. Pero quienes conocen al fundador de Alibaba subrayan que su iniciativa personal fue decisiva para cimentar el éxito de la empresa, que durante años estuvo a punto de desaparecer.
Al principio Alibaba era un negocio pequeño incapaz de competir con la filial china de eBay. Fue Ma quien decidió no cobrar ninguna comisión a sus clientes para ir robando cuota de mercado a su adversaria. «Nuestros rivales son un tiburón en el océano y nosotros somos un cocodrilo en el río Yangtze», dijo en 2003. «Si luchamos en el océano perderemos pero si luchamos en el río vamos a vencer».
Muchos criticaron entonces la decisión del fundador de Alibaba como una estrategia suicida. Pero dos años después la empresa china se había hecho con el 70% del comercio digital chino y había obligado a replegarse a su rival.
Jack Ma nació en Hangzhou el 10 de septiembre de 1964 y ejerció durante años como profesor de inglés en la universidad de su ciudad natal, que se encuentra a dos horas de Shanghai. De niño quería ser científico o militar y hace unos años afirmó que le habría gustado dirigir un ejército en tiempo de guerra y comparó su forma de ejercer el liderazgo con la represión de Deng Xiaoping en Tiananmen.
Al dejar de ser consejero delegado, escribió un memorándum a sus empleados en el que decía que había llegado el momento de entregar el testigo: «A mis 48 años ya no soy joven para la industria de internet. La próxima generación está mejor preparada para gestionar este ecosistema que la nuestra. Ellos comprenden mejor el futuro y tienen mejores cualidades para crear un mañana mejor».
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