El cuadro clínico de la economía española sigue siendo de extrema gravedad, con una tasa de paro desbocada, la actividad en honda recesión y el consumo interno bajo mínimos y en constante deterioro. Sin embargo, varios miembros del Ejecutivo (De Guindos, Báñez, Montoro...) insisten desde hace semanas en que comienzan a vislumbrarse ciertas señales alentadoras.
Incluso el propio presidente Rajoy anticipa que España retornará en 2014 a la senda del crecimiento.
¿Es verdad que algo ha empezado a cambiar o se trata de simple voluntarismo político para atemperar el malestar de una sociedad exhausta por el desempleo y los sacrificios? Es innegable que la economía española continúa en la UCI y que su situación dista mucho de permitir pensar siquiera en la recuperación, pero también que la negrura de perspectivas de los últimos meses empieza a verse salpicada por tenues rayos de luz.
1.- Se mitiga el riesgo país. El acuerdo europeo sobre Grecia, que ha dado una nueva patada hacia delante al fantasma de una quiebra helena y, sobre todo, el plan de choque del BCE, diseñado a la medida de las necesidades de España e Italia, parecen haber puesto un techo a la prima de riesgo española, que ayer cerró a 384 puntos básicos frente a los 649 que llegó a alcanzar el 25 de julio.
Los avances en la reestructuración financiera, que han permitido desbloquear el desembolso de los primeros 37.000 millones que la UE prestará a España para sanear las cajas nacionalizadas y lanzar el 'banco malo', también han contribuido a reducir la inquina inversora hacia todo lo español.
El resultado es que el Estado español no sólo ha cubierto con holgura sus necesidades de financiación en 2012 (eso sí, a precios bastante más elevados que muchos de sus homólogos europeos), sino que está aprovechando el último tramo del ejercicio para adelantar parte de la financiación de 2013. Para el sector privado, la situación sigue siendo muy complicada, sobre todo para las pymes, pero al menos los grandes grupos han podido hacer incursiones con éxito en los mercados de capitales.
2.- Freno a la fuga de capitales. Donde mejor se aprecia la menor desconfianza hacia España es en el movimiento de capitales. Tras catorce meses de huidas masivas y generalizadas de fondos, el mercado español registró en septiembre entradas netas de capital por valor de casi 31.000 millones de euros, rompiendo una racha inquietante que, pese a la recuperación registrada ese mes, ofrece un saldo escalofriante: 216.174 millones de euros habían salido de España hasta entonces. La confirmación de la ruptura de esta tendencia en los meses siguientes sería, sin duda, una de las mejores noticias que podría recibir la economía española.
3.- La bolsa, cuatro meses al alza. Las empresas cotizadas valen hoy en bolsa la mitad que en noviembre de 2007, cuando el Ibex marcó el nivel más alto de su historia en el umbral de los 16.000 puntos. A pesar de ello, el indicador selectivo despidió noviembre con una subida del 1,17%, encadenando su cuarta ganancia mensual consecutiva, con una mejora cercana al 18%. ¿Ha empezado a atisbar los inversores luz al final del túnel?
4.- Reducción del déficit público. Ni la OCDE, ni el FMI, ni Bruselas creen que España vaya a cumplir los objetivos de consolidación fiscal pactados con la UE, que sitúan el déficit público en el 6,3% del PIB para este año. Ni siquiera el propio Gobierno parece convencido de la eficacia de sus esfuerzos: según fuentes gubernamentales citadas ayer por Servimedia, el Ejecutivo empieza a reconocer sottovoce que el déficit concluirá el año más cerca del 7% que del 6%.
Aun así, nadie puede negarle al equipo de Rajoy que está poniendo mucha carne en el asador para enjugar las cuentas públicas (ha subido el IVA, ha suspendido la paga extra a los funcionarios y no actualizará las pensiones con el IPC, entre otras medidas). De hecho, en octubre el déficit del Estado se redujo hasta el 4,13%, frente al 4,4% de septiembre.
5. Mejora de la competitividad. Todavía queda mucho por hacer, pero los indicadores muestran una gradual mejora de la competitividad-precio de la economía española, no sólo frente a la UE de los Veintisiente, sino también en el marco del conjunto de la OCDE. En concreto, el Índice de Tendencia de Competitividad (ITC) del Ministerio de Economía refleja una ganancia de competitividad del 0,7% en el tercer trimestre frente a la UE-27 y del 1,8% en relación a los países de la OCDE.
La apuesta industrial de Renault por su plantas españolas, a las que ha adjudicado la fabricación de nuevos modelos y/o más carga de trabajo, lo que se sustanciará en la creación de 1.300 empleos directos, da fe de ese, poco a poco, renovado atractivo.
6.- Exportaciones y sector exterior. Asimismo, el progresivo aumento de la competitividad de la economía doméstica queda patente en las exportaciones, uno de sus escasos motores de impulso junto al turismo.
De hecho, el dinamismo de las ventas al exterior ha permitido que el déficit comercial español se redujera un 25% hasta septiembre, mientras que los ingresos por turismo en los nueve primeros meses del año han superado los 34.500 millones de euros, el mejor registro de su historia, gracias a la llegada de turistas internacionales y al gasto récord efectuado. Como consecuencia del mayor empuje comercial, el déficit acumulado de la balanza por cuenta corriente se ha reducido más de un 45% hasta septiembre.
7.- Otras señales. Son datos coyunturales, y ya veremos si sostenibles en el tiempo, pero siempre es interesante reseñarlos: el deterioro del sector manufacturero se ha ralentizado y en noviembre incluso repuntó tímidamente el índice PMI (hasta los 45,3 puntos frente a los 43,5 de octubre), aunque todavía sigue muy por debajo de la frontera de los 50 puntos que teóricamente separa el crecimiento de la contracción.
También la confianza del consumidor mejoró levemente en noviembre, hasta los 45 puntos, lo que no es óbice para que continúe en los niveles más bajos de la serie histórica y muy por debajo de los 100 que precisa una percepción favorable y optimista.
¿Son estos los ansiados brotes verdes? A la vista de los lúgubres pronósticos de expertos y organismos internacionales, que auguran una economía española todavía en fuerte recesión en 2013, con la sombra del rescate permanentemente al acecho, el paro en niveles estratosféricos y crecientes (somos, con diferencia, la mayor fábrica de parados de toda Europa), el consumo paralizado y en declive, y unos desequilibrios presupuestarios que será muy difícil corregir en los plazos acordados, resulta sin duda prematuro hablar del final de la crisis y aún menos de reactivación.
Pero lo que sí sugieren estos indicadores es que el enfermo parece responder, al menos, al tratamiento. Y es algo que no se debería ignorar. Eso sí, tampoco hay que llamarse a engaño; las dolencias de la economía española son muy graves, su estado crítico, y su futuro sigue pendiendo del hilo de unos ajustes y reformas tan dolorosos como inevitables.
Porque como señaló recientemente el gobernador del Banco de España, Luis María Linde, la salida del agujero dependerá "de la perseverancia en el impulso reformista" y en la capacidad de España de afianzar la credibilidad de su proceso de consolidación fiscal, "crucial" para romper la espiral de desconfianza de los mercados hacia España. Los síntomas están ahí, pero sería ingenuo pensar que la economía española no tiene todavía por delante una prolongada y difícil convalecencia.
Fuente: Diario Expansión
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