jueves, 13 de diciembre de 2012

La economía de Brasil también se frena


The Economist acaba de publicar un duro editorial sobre la economía brasileña pidiendo el recambio del equipo económico con el ministro Guido Mantenga a la cabeza que ha sentado muy mal en Brasilia. Este economista observador desconoce la realidad política de Brasil y sigue su economía con un observador alejado y aséptico y cómo tal se debe interpretar este post.
Tanto The Economist como el gobierno tienen incoherencias en la crítica y en la defensa. Cuando Dilma ganó las elecciones hace dos años este economista observador la recomendó que tenía que enfriar su economía. Brasil fue de los países que menos sufrió en 2008 pero gracias a un fuerte tirón del consumo privado y del boom de la vivienda doméstico. A este economista observador le recordó el ciclo de nuestra querida España en 2001 que luego trajo la burbuja y la crisis bancaria en la que nos encontramos.
Siento una gran admiración por Brasil creo que ha tenido grandes gobernantes desde su grave crisis de los noventa y es uno de los ejemplos de éxito que este economista observador utiliza de América Latina para encontrar inspiración y buscar soluciones a la crisis del Euro y la de nuestra querida España. Y con el mayor respeto les recomendé pisar el freno. Dilma lo hizo y no se entiende la crítica furibunda de The Economist y la falta de reconocimiento.
El consumo público paró y el gasto público crece ligeramente por encima del deflactor del PIB que ha pasado de crecimientos del 10% con Lula al 5% con Dilma. El menor impulso fiscal fue compensado con bajadas de tipos con el buen fin de depreciar el tipo de cambio y conseguir compensar el menor crecimiento de la demanda interna con exportaciones. Brasil se ha convertido en uno de los principales exportadores de materias primas pero también de bienes industriales y su industria sufrió con la excesiva apreciación del tipo de cambio.
Hasta aquí nada que objetar. Lo que no estaba en los mapas era un fuerte frenazo de China y la crisis del Euro. Esto ha parado en seco el crecimiento del comercio mundial y ha dado al traste con la estrategia brasileña. Ante la amenaza de recesión el Gobierno de Dilma sobrerreaccionó y presionó a los bancos para bajar significativamente los tipos efectivos a empresas y familias y reducir sus márgenes. Aquí las críticas de The Economist pidiendo que la economía de mercado lidere el proceso de asignación de recursos de nuevo son injustificadas. La economía de mercado ha podido trabajar durante décadas y los bancos brasileños cobran diferenciales inmoralmente elevados, especialmente a las empresas.
Brasil cuenta con un banco público de desarrollo que lleva décadas teniendo el 40% de la cuota de mercado de crédito y dirigiendo desde el estado las inversiones necesarias para sacar al país de su crisis de los noventa. Y es evidente que lo ha hecho con éxito. Por lo tanto, lo que debería hacer The Economist es estudiar el caso de BNDES para aplicarlo en Reino Unido y también en España donde la restricción de crédito es la mayor limitación para el crecimiento.
No obstante, la sobrerreacción del gobierno está concentrando todo el crecimiento del crédito en hipotecas y es como poner queroseno a la burbuja inmobiliaria. Además, el aumento del precio de las casas genera un ilusorio efecto riqueza que mantiene el dinamismo del consumo y presiona sobre el déficit por cuenta corriente. Brasil ya tiene un superávit fiscal primario y no debe forzar más el ajuste fiscal con el crecimiento estancado. Pero debe asumir un periodo de bajo crecimiento y frenar la burbuja inmobiliaria en ciudades como Sao Paulo. Esto permitirá que se siga depreciando el real y que modere el crecimiento de sus salarios para ayudar a la industria. El problema es que su inversión está cayendo y eso limita el necesario crecimiento de la productividad que será la clave del éxito o del fracaso.
La reacción de Dilma diciendo que su economía va bien por qué tienen 380.000 mill. de reservas de divisas también le recuerda a este economista observador a la crisis de 1992 en nuestra querida España y acabó en desastre. Brasil debe priorizar la inversión en infraestructuras y en capital humano, especialmente en educación y lucha contra la pobreza extrema, y debe frenar el crecimiento de su consumo privado. Ahorrar hoy para consumir más mañana. Mantener artificialmente el dinamismo del consumo privado generando desequilibrios les costará carísimo a los brasileños.
Estamos hablando de un tercio del PIB de América Latina dy e la gran esperanza para sustituir la falta de consumo en los países desarrollados. Parece que habrá que buscar otro candidato.




Fuente: Diario Cinco Días

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